Más del 80% de las viviendas españolas suspende en eficiencia energética

La eficiencia energética es sin duda una de las grandes asignaturas pendientes, si no la principal, en el mercado de la vivienda. Sobre todo, en el escaparate de la segunda mano. Ni vendedores (particulares) ni compradores suelen dar importancia a la calificación de un inmueble pese a que afecta, y mucho, a sus bolsillos. Para los primeros, una casa de bajo consumo se traduce en un mayor valor del activo, mientras para los segundos puede suponer un gran ahorro.

Según el informe de Industria, en España se habían realizado hasta el pasado mes de diciembre un total de 1,14 millones de exámenes energéticos, la inmensa mayoría sobre viviendas antiguas construidas antes de que entrara en vigor el nuevo código técnico. Pero el problema también se da entre las nuevas viviendas: de los 13.145 edificios nuevos evaluados, un 42% logra una calificación E o inferior y un 33% logra un aprobado raspado al obtener un rango D.

La escala de calificación energética es de siete letras y varía entre las letras A (edificio más eficiente energéticamente) y G (edificio menos eficiente energéticamente) La etiqueta energética expresa la calificación energética de un edificio otorgando una de estas letras. Este certificado resulta obligatorio, para el propietario de cualquier parte individual de un edificio existente (viviendas, oficinas o locales) objeto de una operación de compraventa o de alquiler.

Casi el 40 por ciento de la energía que se consume en Europa se consume en los edificios, y el 36 por ciento del CO2 que se genera en Europa se genera como consecuencia de ellos, es decir, los edificios contaminan más que los coches y los camiones juntos, una cifra que en España y Andalucía, es aún más alta porque es ahora cuando se está empezando a trabajar en el concepto de vivienda pasiva o de consumo de energía casi nulo.

Por el momento,  las medidas de los diferentes gobiernos para cumplir con una directiva comunitaria no han dado los resultados esperados. Ni el Código Técnico de Edificación (CTE) para nuevas construcciones, en vigor desde 2007, ni la etiqueta energética necesaria para comercializar viviendas, obligatoria desde 2013, están calando en la calle. El Objetivo Europeo 20-20-20 para 2020 (reducir un 20% el consumo de energía de los edificios, minimizar un 20% sus emisiones de CO2 y potenciar las renovables hasta aportar un 20% de la energía) aunque, viendo los datos generales, parece un objetivo difícil de cumplir.

 



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