El mercado inmobiliario, como actividad, se conoce desde mucho antes de lo que podamos imaginar. El rápido crecimiento de los centros urbanos hizo que se llevara a cabo una reorganización tanto de las soluciones de habitabilidad como de las infraestructuras de servicios. Se intentó, en todo momento, que estos focos urbanitas concentraran la vida de la sociedad, tanto laboral como de ocio. Esto provocó que se produjeran movimientos migratorios que demandaban alojamiento en determinadas zonas e hizo que naciera la figura del intermediario, lo que hoy en día, conocemos como el comercial inmobiliario, con el fin de dar solución a esta creciente demanda.
Estos profesionales del sector comenzaron con una pequeña cartera de clientes. No descansaban hasta que satisfacían sus necesidades. En la búsqueda del inmueble adecuado, se descubrían nuevas demandas y ofertas, personas que necesitaban también de los servicios de un intermediario que les pusiera en contacto con potenciales clientes. Esto podríamos compararlo con las operaciones cruzadas o los productos relacionados, tal y como los conocemos hoy en día.